viernes, 9 de enero de 2015

En alpargatas soy feliz...

Hay un antes y un después en cada uno luego de las vacaciones.

A fines de septiembre, principios de octubre nos ponemos soñadores. Como parásito controlador de pensamientos la palabra vacaciones ocupa un 75% de nuestro cerebro y es ahí donde  empezamos a imaginarnos en playas paradisíacas con las patas al aire y tomando un jugo fresco hecho por los ángeles del lugar, claro que después nuestras expectativas se reducen a una simple semanita en la costa, pero las patas al aire y el jugo hecho por ángeles no se corre de lugar. La idea de ser un poco más dueños de nuestro tiempo resulta encantador. No más despertadictador, no más modorra post almuerzo sin ser destinada a una hermosa siesta como ordena nuestro cuerpo.
Pero bueno, todavía estamos en octubre y para todo eso falta un largo recorrido de idas y venidas de casa al trabajo y viceversa.
Un día ese trecho es casi nulo y tu estrés se redujo como por arte de magia. La palabra vacaciones ahora ocupa un 100% de tus pensamientos. Llegas al trabajo con una felicidad apabullante, el resto de tus compañeros que tienen las vacaciones en marzo o peor, ya se las tomaron antes que vos, te miran con una mezcla de contentitud, para que no se note la envidia (que se nota igual) y espanto, por que tu felicidad espanta a algunos eso es una verdad, pero a vos la reacción del resto JUSTO AHORA, te importa nada, aunque a ese viernes le reste muchas horas de trabajo vos ya te sentís oficialmente fuera del juego. Es como si te tomaras un coctel de orgasmo y masajes. El día se pasa rapidísimo y a las 6 en pto rajaste. Y también rajaste a la costa ese mismo viernes, no sea cosa que se te escape una mota de la felicidad que te genera irte bien a la….”feliz”…

Pero otro día…tuviste que volver…y ahí cambia totalmente la historia del cuento…yo diría que todo lo que jodia de la rutina, ahora te jode un poco bastante más. Los gestos y comportamientos de los otros te joden un poco mucho y el despetadictador bueno…se vuelve enorme y más sonoro que nunca. Ni hablar de la masa de gente en el subte/colectivo/tren CALLE. Lo que dura un poco mas y se mecha con la triste realidad es la vestimenta que usas...por costumbre a los días anteriores atinas a agarrar las ojotas, la mini y una remera cómoda, hasta que te miras al espejo y te das cuenta del hecho. No. ya no estoy en la costa, pero a modo de rebeldía algún distintivo de tus vacaciones tenés que llevar…esa trencita que te hiciste en la peatonal, la típica tobillera paz y amor…y antes de poner un pie en el trabajo suspiras…intentando ahora vos disimular la envidia por los que ese día arrancan sus vacaciones, y ahora sos vos la que se muestra con esa contentidud-envidia, aunque trates por todos los medios de disimular y hacerte la “relajada” la realidad es que quisieras salir corriendo del lugar al grito de: “no me dejen volver”.Sabiendo que eso es imposible, empezás a repartir las baratijas que trajiste de la costa..el llaverito del lobo marino, el caballito de mar que cambia de color según el clima. Te sentás en el escritorio y que haces? Claaaaro… miras las fotos del morbo, por que a esta altura acordarte de las vacaciones es un morbo total e innecesario, pero vos las miras para sentirte un poquito en ese lugar. Y cuando son las 6 te sentís feliz de que ese tortuoso primer día haya llegado a su fin…llegas a tu casa, prendes el aire, te pones en patas y te preparas un buen jugo hecho por…vos…

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